¡Se acabó lo bueno! Otra vez estamos de vuelta a la rutina, al día a día, a la monotonía y a los madrugones. Otra vez tenemos que estar alerta por si comienzan los ataques a la empresa, por si surgen actualizaciones. Hay que empezar a analizar datos, a extraer información de valor y estar al pie del cañón para los clientes. Debemos asegurarnos de que todo funcione para tener un servicio excelente, un rapidez que no envide a la velocidad de la luz, un… ¡Un par de días de descanso me cogía yo!
Porque necesito vacaciones… y ya sé que más de uno me dirá: “¡Pero Pepe, que acabas de volver!”, pues sí pero necesito descansar. Ahora veo a los rezagados que se cogieron las vacaciones en septiembre y me dan una envidia…
Llegarán al chiringuito, a ese en el que yo ya tenía mi silla de plástico reservada, se comerán mis gambas, mis picos, mis sardinitas y se beberán mi tinto de verano bien fresquito. No tendrán que hacerse un hueco en la playa a empujones, ni madrugar para poner la sombrilla en primera línea. No pasearán por el “tontódromo” marítimo como si aquello fuese la Gran Vía en hora punta, ni les interrumpirán la lectura porque les han tirado media docena de pelotitas fosforescentes, que algunos en agosto se creen que son el primo de Nadal y no veas tú la fuerza que gastan con la pala.
“¡Pero Pepe, que acabas de volver!” De volver, ¿de dónde? Si en vez de unas vacaciones eso parecía la gymkhana de Pekín Express. Madrugo menos viniendo a la oficina, porque no conozco a nadie que haya dormido hasta las 12 y haya conseguido poner la sombrilla en segunda fila – en primera ni hablamos – en Benidorm. Por no hablar de pasear por las calles comerciales de Chipiona sin sentir que te has metido en una bulla de Semana Santa en pleno centro sevillano, que te dan ganas de sentarte en un bordillo y preguntarle a algún despistado: “Disculpe usted, ¿y por aquí cuál pasa?”.
Bueno y además este año, lo de llevar aparatos electrónicos a la playa… ¡nada de nada! Si la tablet estaba en casa, a la sombra y con el ventilador puesto y pensé en usarla para hacer filetes. Usarla era imposible porque te quedabas sin huellas dactilares y un termómetro enorme, a punto de explotar, se había instalado en la pantalla, así que por lo menos ahorrábamos en gas.
Me he pasado la mitad del verano sin dormir por culpa del calor, cuando refrescaba había que bajar a poner la sombrilla, cuando conseguías ponerla te asediaban como si aquello fuese la toma de la Bastilla, cuando conseguías hacerte un hueco y echar al hombre que llevaba todo el día gorroneándote la sombra de tu sombrilla, había que marcharse… luego venían las colas para ducharse, para cenar, para tomar un helado, para comprar una bolsa de playa recuerdo de las maravillosas vacaciones de verano – que por cierto tiraré a mediados de febrero preguntándome para qué compré una bolsa tan fea – y vuelta a pasar la noche en vela aplaudiendo mosquitos. Todo esto sin olvidar el tiempo que intentaba dedicar a mis millones de hobbies y que quedaban eclipsados por la fuerza gravitatoria del sofá.
Mirándolo desde otro prisma, volver al cole no es tan malo… Aquí hay aire acondicionado, entro a las nueve y no me tengo que pelear con nadie por mi silla, tengo mi mesa y mi taza de café, mi tablet y mi móvil han vuelto a la vida y si tengo que hacer cola en algún lado es en la máquina de café, donde también puedo hablar de fútbol.
En verdad, si lo pienso fríamente, cada vez son más los que se van en septiembre esperando, paradójicamente, que haya menos gente en los destinos veraniegos, así que… ¡Suerte, porque la vais a necesitar!
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