En el mundo de la computación en la nube se está produciendo una revolución silenciosa, pero no del tipo que estimula la innovación. Se trata de un control cada vez más férreo sobre las organizaciones y la industria tecnológica mundial en su conjunto, que genera una innovación a contracorriente y paraliza el progreso tecnológico para algunos, mientras lo impulsa para otros. El oligopolio de la nube a gran escala proyecta una sombra sobre toda la industria, impidiendo la innovación tecnológica global, sin demasiada concienciación sobre las víctimas directas, por no mencionar a las víctimas indirectas: en el momento en que la IA está a punto de impulsar la innovación mundial, hay mucho en juego en este panorama.
El atractivo de los servicios excelentes y sin fisuras que ofrecen los principales proveedores de servicios en la nube (CSP por sus siglas en inglés de Communications Service Porvider) oculta un problema silencioso. La comodidad, la experiencia, los servicios integrados y la familiaridad que ofrece un único proveedor de servicios en la nube han creado un enorme problema de dependencia. Esta tendencia se ha convertido en la mejor práctica del sector desde mediados de la década de 2010, con el creciente éxito de Amazon Web Services (AWS), Microsoft Azure y Google Cloud Platform (GCP). Los servicios en la nube funcionan sin problemas dentro de un mismo proveedor, pero no hay normas universales impuestas a los tres hiperescaladores de la nube con sede en Estados Unidos, lo que dificulta la movilidad y la integración entre plataformas. Por tanto, las empresas no tienen más remedio que entregar su futuro digital a un único proveedor de nube y, de alguna manera, los gobiernos y los inversores lo han aceptado.
En el contexto global, el juicio contra el monopolio que se está llevando a cabo en Estados Unidos, como el caso de EEUU contra Google, representa un desafío significativo en la concentración de poder de un proveedor único. Los tres principales proveedores de servicios en la nube (AWS, Microsoft y Google) acapararon nada menos que un 67 % del mercado mundial, mientras que en EEUU la cuota es aún más alta, el 80 %. La dependencia subyacente, disfrazada de comodidad y conveniencia, concentra el poder y el control, lo que dificulta a las empresas imaginar un futuro digital más allá de estos límites de la nube.
La confianza desmedida en los proveedores de la nube, la falta de resistencia mientras la dependencia es tan inmersa, es potencialmente más alarmante que la propia vinculación y podría describirse como el Síndrome de Estocolmo masivo. Sin embargo, la solución no procede del propio sector.
El control de los precios de GPU dificulta los proyectos de IA para nuevas empresas
El avance y el potencial de la IA intensifican el problema en gran medida. En el núcleo de este problema se encuentra la inflación artificial de los precios de las GPU (unidad de procesamiento gráfico), dictada por el dominio de los proveedores de servicios en la nube a hiperescala. Este poder de fijación de precios que reside en los que lideran no es simplemente un inconveniente, sino que está reprimiendo la innovación y frenándola sobre todo fuera de las capitales tecnológicas estadounidenses.
A medida que la mayoría de los chips de GPU, cruciales para las aplicaciones avanzadas de IA, llegan a manos de los hiperescaladores, las consecuencias se extienden por todo el panorama empresarial. Las nuevas empresas, sobre todo las que se inician en el campo de la IA, se enfrentan a una difícil situación a la hora de presentar proyectos empresariales viables debido a los desorbitados costes relacionados con las GPU. A pesar de que las compañías no dejan de recortar gastos en otros ámbitos, el precio de la computación en la nube sigue disparándose. No se trata simplemente de un gasto, sino de un salvavidas para las empresas, lo que hace imposible desconectarse y explorar opciones alternativas.
El control centralizado sobre los recursos esenciales obstaculiza la innovación global, creando un escenario en el que los centros tecnológicos de regiones situadas más allá de la Costa Oeste y Costa Este de Estados Unidos quedan atrasados, más aún el resto del mundo, incluyendo los países en desarrollo a nivel global.
La disparidad es evidente: mientras ciudades como Ámsterdam y Londres pueden sufrir las consecuencias, el acceso a las GPU se convierte en un reto insuperable en Europa del Este, Italia o España. Esta desigualdad en el acceso a los recursos desplaza inadvertidamente el foco de la innovación global hacia los temas que más importan en las regiones que benefician a los hiperescaladores, dejando al resto del mundo lidiando con sus desafíos únicos, aumentando enormemente la brecha entre los «ricos» y los «pobre digitales y económicos.
El impacto de esta escasez de GPU no se limita al mundo empresarial. En sectores altamente regulados como el sanitario, donde la necesidad de innovaciones basadas en IA es primordial, las limitaciones de acceso a la GPU suponen un reto evidente. La dificultad para cumplir los requisitos normativos obliga a las organizaciones a recurrir a GPU físicas desplegadas en centros de datos locales, lo que reintroduce riesgos operativos que la informatización en la nube pretendía eliminar.
La realidad más rotunda es que esta escasez de GPU es una crisis con consecuencias de largo alcance. Mientras las empresas se esfuerzan por garantizar los recursos necesarios para la innovación en IA, se extiende el riesgo de un colapso empresarial y humanitario a escala mundial.
Evitar una crisis empresarial y humanitaria en perspectiva
Es el momento de que los actores de la industria, los gobiernos y los inversores comprendan su responsabilidad y actúen con rapidez para evitar la crisis mundial ocasionada por el bloqueo global de la nube que se está filtrando al campo de fuerza de la IA.
Los gobiernos deben tomar medidas proactivas para garantizar la distribución equitativa de la GPU, fomentar la competencia en los sectores de la informatización en la nube y la IA, y exigir a todos los proveedores de la nube que apoyen las normas de interoperabilidad en la nube. Mediante la promoción de marcos reguladores que fomenten las prácticas de mercado abierto, pueden crear un entorno en el que haya una buena cantidad de disponibilidad y elección para los compradores y en el que los proveedores compitan sin crear lock-in, rompiendo el control monopolístico de unas pocas ofertas de la nube y, lo que es peor; ofertas de IA.
La importancia de unas normas claras sobre propiedad -soberanía-, transferencia y protección de datos ha quedado evidente para gobiernos y empresas desde el inicio de la transición mundial a la nube. No obstante, la portabilidad de los datos aún está por resolver. Con el riesgo de que la IA se convierta en «un servicio añadido de la nube», es aún más crucial que el uso de una nube particular para aplicaciones siga permitiendo libertad a la hora de elegir dónde almacenar los datos, cómo gestionar los recursos informáticos y cómo implementar casos de uso específicos, incluidos los que implican grandes modelos lingüísticos (LLM por sus siglas en inglés de Large Language Model). Los esfuerzos de colaboración entre las partes interesadas del sector para desarrollar normas abiertas pueden reducir la dependencia de las tecnologías patentadas, fomentando la interoperabilidad y la capacidad de elección.
Las iniciativas de soberanía digital han cobrado importancia para garantizar que los países tengan control sobre sus datos e infraestructuras digitales críticas. Los gobiernos pueden apoyar el desarrollo de iniciativas nacionales o regionales en la nube, proporcionando alternativas seguras y competitivas para reducir la excesiva dependencia de un pequeño número de proveedores globales.
Al mismo tiempo, las propias empresas pueden adoptar de forma proactiva medidas que se ajusten a los estándares abiertos de la nube. Comprometer a su empresa con una infraestructura que no es de su propiedad es sumamente arriesgado, por lo que es fundamental añadir una capa de distensión con normas globales y neutrales entre el individuo y la infraestructura subyacente. Apoyar el desarrollo de proveedores de nube alternativos, participar en el establecimiento de normas abiertas y adoptar iniciativas de soberanía digital son formas en que las empresas pueden contribuir a un entorno más equitativo y competitivo.
Empresas como HashiCorp están prosperando gracias a su compromiso de facilitar herramientas e Infraestructura como Código (IaC) versátiles, seguras y respaldadas por la comunidad, que abordan las complejidades de la infraestructura y la automatización de la nube moderna. Sus aplicaciones están diseñadas para no depender de la nube y utilizan estándares como Terraform y Vault para permitir la interoperabilidad en la misma. Esta flexibilidad atrae a las organizaciones que buscan soluciones que puedan integrarse a la perfección con diferentes proveedores de nube, evitando la dependencia del proveedor.
La revolución de la IA ha iniciado su curso y podría aportar hasta 15,7 billones de dólares a la economía mundial en 2030, con importantes efectos para el conjunto de la sociedad. Por eso, estamos en un momento crucial y hay que decidir si aceptamos y seguimos con la segregación existente brindando así más poder a líderes específicos, o los gobiernos y la industria abordan esta cuestión directamente, limitando el control ilegítimo de los poderes silenciosos.
Kevin Cochrane
Chief marketing officer en Vultr