La ciberseguridad vive un punto de inflexión en España. Con la transposición de la Directiva NIS2 y la entrada en vigor de regulaciones como DORA, eIDAS2 y las políticas reforzadas del ENS, las empresas se enfrentan a un entorno de amenazas más autónomas, rápidas y difíciles de detectar. La inteligencia artificial, la escasez de talento y la necesidad de integrar tecnología, cumplimiento y negocio bajo un mismo modelo de gobierno marcan este nuevo escenario.
El mercado español de ciberseguridad superará los 5.000 millones de euros en 2026, impulsado por el auge de servicios gestionados, la automatización basada en IA y la presión del cumplimiento normativo. A nivel global, el gasto alcanzará los 213.000 millones de dólares, un 14 % más que el año anterior, reflejando una aceleración sostenida en la inversión para proteger infraestructuras y datos críticos.
En este contexto, las prioridades de las organizaciones cambiarán: ya no basta con reaccionar ante incidentes, sino que será necesario anticiparse. Factum, compañía española especializada en ciberseguridad, identifica que la principal transición será pasar de una seguridad puramente técnica a un modelo de gobernanza basado en GRC. Esto implicará que las empresas, también las de menor tamaño, adopten oficinas de seguridad internas o externalizadas capaces de ofrecer trazabilidad y comunicación directa con la dirección.
La externalización será otro de los grandes catalizadores del mercado. Ante la escasez de especialistas y el coste de mantener equipos internos, los modelos de Cybersecurity as a Service crecerán con fuerza. Estos servicios integrarán detección, respuesta, vigilancia 24/7, formación y gobierno, siempre asegurando que la empresa mantiene la soberanía del dato y una alineación clara con su estrategia corporativa.
La inteligencia artificial se consolidará como pieza central de la defensa digital. En 2026, los SOC utilizarán IA avanzada para detectar anomalías en tiempo real, automatizar respuestas y predecir amenazas antes de que se produzcan. Esta capacidad será esencial para frenar ataques potenciados por IA ofensiva, que harán más difícil distinguir fraudes, suplantaciones o accesos no autorizados, especialmente en entornos industriales, sanitarios y logísticos donde IT y OT convergen cada vez más.
La resiliencia operativa también ganará protagonismo. Con el ransomware todavía como principal amenaza, las empresas deberán reforzar sus planes de continuidad, mejorar sus protocolos de comunicación de crisis y garantizar un perímetro centrado en la identidad, clave en entornos híbridos. Soluciones de autenticación adaptativa, gestión de accesos privilegiados y control de dispositivos personales serán indispensables para mantener el equilibrio entre productividad y seguridad.
Finalmente, la cultura de ciberseguridad pasará a ser un pilar estratégico. Las normativas exigirán reportes más frecuentes y comprensibles a la alta dirección, lo que impulsará métricas unificadas, paneles de control en tiempo real y una narrativa que traduzca datos técnicos al lenguaje del negocio. Factum advierte de que los ataques de 2026 serán más inteligentes: ransomware 4.0 con extorsión múltiple, phishing con IA generativa y deepfakes capaces de engañar incluso a sistemas biométricos. “La ciberseguridad será un indicador de confianza corporativa. Las organizaciones que combinen gobernanza, IA y cultura digital serán las más resilientes y competitivas”.











