El vértigo al proceso de transformación digital era un sentimiento extendido entre multitud de sectores antes de la irrupción de esta pandemia. La tecnología aplicada a la mejora de la operativa se concebía como un intruso que, erróneamente, se creía que sustituiría la mano de obra humana transformando el mercado en un gigante tecnológico incontrolable.
Hoy, meses después del comienzo de un escenario ambiguo y mucho más vertiginoso del que podríamos haber imaginado, la tecnología ha demostrado ser el aliado perfecto para la mejora de los procesos productivos, operativos y de comunicación.
Todo ello ha generado un fuerte crecimiento en la demanda de soluciones o servicios que, como acaba de mostrar un reciente estudio de IFS a nivel mundial, está presente en el 52% de las empresas consultadas, que reconoce que aumentará su gasto en transformación digital, a pesar de la crisis socioeconómica derivada de la COVID-19.
Como en cualquier crisis y siguiendo lo que Charles Darwin definió hace más de un siglo como gran motor de la transformación humana, “el factor más importante en la supervivencia no es la inteligencia ni la fuerza, sino la adaptabilidad”, nos encontramos en uno de esos momentos de cambio drástico.
Y en esta situación, otra vez, se busca un nuevo modelo de negocio que se ajuste al ecosistema resultante, que acerque y afiance relaciones de confianza con clientes y partners. El factor humano vuelve a ser decisivo y esa capacidad de adaptación.
Pero, siguiendo con los resultados del informe de IFS, hay otros aspectos que también quedan claros. Por ejemplo, que la mala gestión del cambio es una de las principales razones por las que fracasan los proyectos de transformación. Y esa deficiente orquestación de los recursos ha resultado en la mínima participación de los empleados, uno de los eslabones esenciales de cualquier organización.
Como señala muy bien nuestra directora de Recursos humanos, Jane Keith, “si la transformación digital mantiene el foco en el factor humano y le hace partícipe del proceso de cambio, es mucho más probable tener éxito. Por eso, no debemos entender esta transformación digital como un proceso meramente técnico, sino como la “mezcla perfecta” entre tecnología y personas”.
Estos procesos de cambio también se caracterizan por su flexibilidad y agilidad de respuesta, algo que debe trasladarse a los procesos corporativos. Las empresas tienen que ser más que nunca un ejemplo de capacidad de adaptación.
Y eso tiene mucho que ver con las relaciones de las empresas, sus socios y colaboradores, los empleados y sus canales de colaboración. En definitiva, con las cualidades de un buen servicio.
Entramos en una era de “todo como servicio”, que además parece estable y definitiva, en la que cualquier actividad puede transformarse en un servicio y, en el área de las tecnologías, esto supone transformar procesos de gestión, unificar sistemas y tecnologías nuevas con los recursos disponibles, muchas veces con décadas de historia en la compañía.
Por eso, “homogeneizar” es una palabra clave en estos días; la información, los recursos y sistemas se integran para ofrecer una visión completa y abrir nuevas formas de colaboración, con el dato como gran activo para potenciar la productividad.
Con esta visión multidisciplinar, avanzamos hacia nuevas capacidades, proyectos innovadores y soluciones, que son eficaces sobre el terreno y que, muchas veces, suponen un nuevo escenario, en una experiencia que servirá a futuros despliegues, mejorando el expertise del integrador también.
Tecnologías que abren nuevas opciones y soluciones a desafíos antiguos y nuevos, que tienen en el factor humano y la servitización sus grandes pilares y que van a consolidar la evolución del mercado en los próximos años.
Juan González
Director general para España y Portugal de IFS