Hola… Soy Pepe, pero no pienso escribir mis apellidos, ni mi edad, ni dónde vivo o cuántos años tengo. Espero que lo comprendáis, es un problema de seguridad. El otro día comprendí lo importante que es dejar de dar datos personales a diestro y siniestro y cuidar un poquito más lo que hacemos en Internet.
Esta nueva psicosis me viene porque el otro día estaba viendo un debate sobre seguridad – que por cierto recomiendo que veáis, porque es realmente interesante – donde un fabricante de Check Point sugirió que no se nos ocurriría dejar un fajo de billetes a la vista de todos, encima de una mesa y en mita de una tienda atestada de gente, pero sí que se nos ocurre levantarnos del ordenador dejando la página de nuestra oficina bancaria virtual abierta mientras vamos a sacarnos un café. Es más, en este debate también pusieron un ejemplo real: en un canal de televisión conocido estaban hablando de la importancia de la seguridad, cuando enfocaron a la pantalla de un compañero en la que se podía ver perfectamente su nombre de usuario y contraseña, supongo que la que se organizó después fue como para tomarse pastillas para los nervios.
No me quiero imaginar el disgusto de ese pobre CIO al que habrán llamado para pedir responsabilidades y yo me pregunto… ¿qué culpa tenemos nosotros de tener compañeros un pelín despistados? Pues aunque me duela reconocerlo, un poquito de culpa sí tenemos, pero solo un poquito.
Tenemos que tratar de hacer comprender a nuestros CEOs, y al resto de nuestros compañeros, que no somos Sherlock Holmes y no podemos pasarnos el día averiguando si alguien ha instalado algo indebido o se ha descargado una App que nos va a traer problemas. ¿Tan complicado es preguntar si pueden instalar un programa en el ordenador? En lugar de eso, luego vienen lamentándose de que tenemos un virus y yo tengo que aguantar a los tres informáticos quejándose, pero con razón (todo sea dicho de paso).
No estamos concienciados de la seguridad y, hace unos días, ya mencionaba que el futuro que nos depara el IoT va a ser como un película de la mafia en la que todos espían y vigilan al pez gordo, pero esta vez el pez gordo va a estar desayunando y el frigorífico va a saber lo que hemos comido. Y digo yo… ¡si no le interesa a mi frigorífico lo qué he desayunado esta mañana, tampoco le interesa a un hacker! Pero lo preocupante es que van a intentar entrar en mi frigorífico, igual que intentan entrar en el ordenador de la empresa.
¿Qué para qué? Pues ahora mismo no se me ocurre, pero seguro que ellos ya tienen una idea y que además les va a ser rentable. Así que… amigos míos… hay que comenzar a pensar en lo que compartimos por Internet, tener en cuenta que no merece la pena descargarse todo lo que vemos, ni dar nuestros datos a cualquiera, porque si andas un poco lento te roban hasta la foto del DNI.
De hecho, tengo un buen amigo que os puede asegurar que ha aprendido la lección. Cualquiera podemos caer en las garras de un fraude y aún más si todavía no nos hemos tomado el café. Este ha sido el caso de mi compañero, que estaba vendiendo una cosa de segunda mano y le llamaron interesándose por el producto a primera hora de la mañana. El pobre, que aún no se había tomado el café ni estaba todo lo alerta que debería haber estado, aceptó hacer una transferencia entre tarjetas, ya que el comprador le aseguró que no tenía otro medio de pago. Algo desconcertado, le dio el número de su tarjeta al comprador para que este le hiciese la transferencia, pero evidentemente, no valía solo con eso… el estafador necesitaba los tres números que aparecen en la parte posterior de la tarjeta y, simplemente, los pidió. Menos mal que mi compañero se dio cuenta a tiempo y se negó a darle los números, de lo contrario ahora mismo no habría visto un duro de su sueldo. El estafador – al verse pillado – colgó de inmediato, pero este pequeño intento frustrado ha supuesto que la tarjeta de mi compañero se quede bloqueada durante más de una semana.
¡Menuda gracia!
Así que cuidado, porque los ladrones están detrás de las cosa más cotidianas y muchos robos ocurren, precisamente, por descuido. Supongo que a nadie se le ocurriría gritar en mitad de la carnicería que te vas todo el mes de agosto de vacaciones y que tu casa se va a quedar vacía, entonces…
¿ Por qué publicarlo en las redes sociales?
La seguridad empieza por tener un poco de lógica y un poquito de discreción en nuestro día a día, porque sino luego ocurren los desastres. A ver, ahora, a cuántos os quedan ganas de subir al Facebook las fotos de las maletas en la puerta de casa diciendo que os vais de vacaciones ¡Un poquito de por favor, hombre!
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