La Navidad tiene esa magia especial de sacar lo mejor de nosotros mismos. De compartir. Sentir. Vivir con ilusión.
La unión con todas las personas a las que queremos nos permiten sonreír. Experimentar esa felicidad que acude en nuestra búsqueda en determinados momentos. Felicidad efímera que va y vuelve en función del caprichoso destino. Y así, mientras los años se suceden y uno deja de ver la vida con los ojos de un niño, mostrándonos a veces una realidad no demasiado amable, pasamos a experimentar esta fiesta de manera diferente. Hasta que un día, de nuevo, la luz de las miles de estrellas que nos rodean vuelven a brillar en nuestra retina y el corazón a palpitar de forma diferente.
Que esa luz en forma de vela, estrella o mirada se instale en cada uno de nosotros, sobre todo para aquellos que han perdido la esperanza porque esta, siempre vuelve. Sin ella nada tiene sentido.
¡FELIZ NAVIDAD!