Si hay algo que al ser humano le cuesta perder es la esperanza. Miramos al futuro ilusionados, esperando algo mejor, sin importar el momento o lugar. Aunque hay una fecha, el 31 de diciembre, que reúne la ilusión mundial. Tan solo unos minutos son suficientes para desear concentrar los deseos. Para visualizar el futuro. Para ser felices por unos segundos, focalizando nuestra vida en las hojas de un calendario por estrenar, sin percatarnos (o tal vez sí) de que el año pasado llevamos a cabo el mismo ritual. Y el anterior. Y lo haremos el siguiente. Pero no importa. Doce uvas, doce meses, doce sueños…
Bienvenido sea un nuevo año con sus luces y sus sombras. Y si las sombras predominan, tendremos que encender nosotros mismos la llama. Esa que es tan difícil de apagar y que tanto bien nos hace.
Feliz Año Nuevo.