En plena era digital uno de los mayores desafíos para las medianas y grandes empresas no es la tecnología, sino el talento. Más concretamente, la falta de él. Aunque España lidera el crecimiento de profesionales TIC en Europa con un 26 % de incremento desde 2020, según el informe “Empleabilidad y Talento Digital 2024” impulsado por la Fundación VASS y la Fundación de la Universidad Autónoma de Madrid, la realidad es que seguimos sin ser capaces de cubrir la demanda real de perfiles tecnológicos especializados.

Esta escasez no se explica sólo por la falta de profesionales con habilidades técnicas —que también—, sino por un fenómeno más complejo: la desconexión entre las competencias que las empresas necesitan y aquellas que brinda a sus egresados el sistema educativo. Del reto de la competitividad, asumido como propio por la Comisión Europea, se estima que España necesitará 1,23 millones de especialistas TIC adicionales hasta 2030. Las cuentas no salen: en el mejor de los casos, de la enseñanza reglada (universidad y FP) salen al mercado laboral un máximo de 44.000 nuevos talentos técnicos IT al año: la mitad de los necesarios.
El problema se acentúa en las medianas y grandes empresas, donde la transformación digital avanza a gran velocidad y exige perfiles híbridos, capaces no solo de programar o gestionar infraestructuras en la nube, sino también de liderar equipos, resolver problemas complejos, adaptarse al cambio y comunicarse con eficacia. Es decir, profesionales con soft skills desarrolladas.
Y ahí encontramos otro punto crítico: no basta con dominar el código, también hay que desplegar toda una serie de capacidades humanas. Según el mismo informe, las habilidades blandas aportan el 44,6 % del talento digital técnico, en opinión de las empresas. La responsabilidad, la capacidad de aprendizaje, la empatía o la resiliencia se han convertido en activos estratégicos. Sin embargo, estas competencias siguen siendo infravaloradas o no suficientemente trabajadas en la mayoría de los itinerarios formativos.
La falta de talento es, por tanto, una consecuencia directa de la falta de adaptación del sistema educativo, pero también de una escasa colaboración entre empresas y centros de formación. Las compañías tienen que asumir un rol más activo en la generación de talento, apostando por la formación continua, los programas duales, el reskilling y el desarrollo de habilidades transversales en sus equipos.
Además, es fundamental que se aborde la brecha de género en el sector. Las mujeres representan solo el 21 % de las personas egresadas en carreras tecnológicas y el 29,8 % de los empleados del sector TIC. Esta falta de diversidad reduce el potencial de innovación y sostenibilidad del ecosistema digital. La igualdad no es solo una cuestión de equidad, sino de competitividad.
En este escenario, no podemos permitirnos dejar atrás a nadie. Desde la Fundación VASS apostamos firmemente por la inclusión real de las personas con discapacidad a través del programa “Talento Digital para TODOS”, con iniciativas específicas de formación en competencias tecnológicas y digitales. Su incorporación al mercado laboral no solo contribuye a la equidad, sino que supone una fuente de talento clave para responder a la creciente demanda del sector.
No hay transformación digital sin talento. Y no habrá talento suficiente si seguimos mirando solo al presente. Necesitamos mirar al futuro con una estrategia compartida entre empresas, instituciones y sociedad, donde la inversión en talento sea tan prioritaria como la inversión en tecnología. Porque el mayor error no está en el código, sino en no saber encontrar —ni formar— a quienes lo generarán.
Antonio Rueda
Presidente de la Fundación Vass