Cuando hablamos de “terremotos” lo primero que siempre nos ha venido a la cabeza es San Francisco o al menos EEUU. Sin embargo, desde hace un par de años también recordamos Japón, Chile o, en nuestro propio país, el municipio de Lorca.
Una de las regiones más activas sísmicamente del planeta es el área de la Bahía de San Francisco, lugar donde se encuentra uno de los complejos tecnológicos más importantes del mundo: Silicon Valley. Inmediatamente situado sobre la brecha de dos placas tectónicas _ la Placa del Pacífico y la Placa de Norte América _ que ejercen fuerzas contrarias, es uno de los lugares con mayor riesgo de terremotos. En él confluyen un total de ocho fallas activas, y según el US Geological Survey, la probabilidad de que haya un terremoto de 6,7 grados en la escala de Richter es del 63 %, al menos hasta el año 2036. Pese a los riesgos, este valle es el hogar de las empresas de tecnología más importantes, y por lo tanto, uno de los lugares del mundo con mayor concentración de centros de datos por metro cuadrado. Sin embargo, estas estructuras están diseñadas para tratar de evitar los daños provocados por estos fenómenos y para ello se toman diversas medidas de seguridad. Una de las medidas más frecuentes es la de tener múltiples instalaciones geográficamente separadas para asegurar la continuidad del servicio. La necesidad de contar con las diversas sedes se acentúa para las empresas situadas en la bahía, pero existen otros medios que implican modificaciones en la arquitectura del propio edificio. En esta área propensa a los terremotos, los centros de datos se construyen con algunas modificaciones, por ejemplo, suelos que eviten las vibraciones, o sistemas de energía y agua adicionales, por si estallan las tuberías o se quedan sin electricidad.
La construcción inteligente de los edificios, y una buena planificación que prevea este tipo de fenómenos naturales, son los dos factores claves que permitieron a los centros de datos japonenses escapar sin demasiados daños a un terremoto como el que asoló algunas regiones del país nipón.
¿Cómo sobrevivieron los centro de datos de Japón?
Los centros de datos japoneses no solo se enfrentaron al terremoto inicial, sino que también tuvieron que resistir el posterior tsunami y los cortes de energía provocados por el mal estado de las centrales nucleares. Pese a todo, estos centros de datos salieron relativamente ilesos, o al menos consiguieron mantenerse operativos. En Japón, los CPD se construyen sobre gigantescos absorbedores de golpes, compuestos de metal y caucho, sobre los cuáles se mueven los edificios de lado a lado durante el seísmo. Además, la práctica totalidad de los edificios que albergan un centro de datos en Japón, tienen asegurados los racks de los servidores al suelo de manera firme, así como todo el equipamiento de refrigeración, de forma que no se muevan de su posición durante un terremoto.
La situación española
No se puede comparar la actividad sísmica que existe en la Península Ibérica, con otras áreas de mayor riesgo como California o Japón, pero el Colegio de Geólogos considera que existe un riesgo sísmico relativamente importante el la región mediterránea. Nuestro país se sitúa justo al límite de las placas litosféricas, la de Eurasia y la africana, que llevan aproximándose lentamente (2 centímetros anuales) desde hace millones de años. Este imperceptible movimiento genera áreas especialmente sensibles en nuestro territorio, y el foco más importante abarca el sudeste de la Península, desde Andalucía hasta Murcia, con especial incidencia en Granada. Otra de las regiones conflictivas está en torno a la falla de Amposta, una fractura de unos 51 kilómetros de largo, por 15 de ancho. Situada entre la Valenciana y Cataluña, y según los datos del Instituto Geológico, puede llegar a generar seísmos de hasta 7,1 grados en la escala Richter en un lapso de 53.000 años.
El catálogo sísmico del Instituto Geográfico Nacional nos muestra una media de grandes terremotos cada 100 o 150 años, desde el año 300 A.C. Los registros dan fe de verdaderas catástrofes humanas, y uno de ellos se pudo sentir en Granada en el año 1884, causando entre 750 y 900 víctimas mortales. Portugal ha sido otra de las zonas calientes de la Península, y en el año 1775, se originó un temblor de magnitud de 8,6 con epicentro en Lisboa. Los efectos de este terremoto pudieron sentirse en prácticamente todo el territorio, y al temblor le siguió un enorme tsunami que afectó a la costa lusa, alcanzando también el litoral de Cádiz.
La falta de grandes terremotos durante este siglo no constituye una norma general, es más una excepción a la norma. Según explican los expertos desde el Colegio de Geólogos, y salvando el periodo del siglo XVIII, siempre se han producido entre uno y tres seísmos de al menos nueve grados de magnitud en la escala Richter por cada periodo de 100 años.
No existe una conciencia ni entre la población, ni entre las autoridades, de que esta realidad existe y está presente en nuestro país. Es por ello que los expertos calculan que, en España, las perdidas provocadas por los efectos de los seísmos hasta el año 2016, podrían alcanzar los 510 millones de euros, y una parte de estas pérdidas formarían parte de los centros de datos mal estructurados, o con pocas medidas de seguridad ante estos temblores.
Lorca
En mayo de 2011 Lorca, municipio situado al sureste de la Península Ibérica y perteneciente a Murcia, vivió una de las páginas más negras de la historia de los terremotos en España. Dos sacudidas de 4,4 y 5,1 grados en la escala Richter dejaron nueve víctimas mortales y multitud de daños y desperfectos en los edificios de la ciudad. Este movimiento sísmico se pudo sentir también en las provincias de Almería, Albacete, Granada, Jaén, Málaga, Alicante, Ciudad Real, e incluso, en algunas partes de Madrid.
¿Cómo equipar un centro de datos contra temblores?
Teniendo en cuenta que en nuestro país deberíamos de concienciarnos un poco más de que el riesgo de terremotos continúa estando presente, pese a que no se hayan producido demasiados movimientos en el último siglo, existen otro tipo de temblores que también afectan a los centros de datos.
Las vibraciones hacen que el sistema oscile en una frecuencia vibratoria propia, pero si el periodo o frecuencia de la estructura, coincide con el del edificio, o terreno donde se apoya, se produce el fenómeno llamado «resonancia» por el que los efectos de las vibraciones van incrementándose, y las oscilaciones se vuelven cada más amplias. Para diseñar un correcto sistema de protección antivibraciones hay que determinar los pesos mínimos y máximos del conjunto y, de esta forma, diseñar los elementos que absorban los temblores.
Sin embargo, estas vibraciones, por supuesto inferiores al más leve de los seísmos, pueden provenir de cosas tan cotidianas y cercanas como obras cercanas, tráfico rodado, vías férreas, o incluso, los propios equipos de refrigeración que introducen vibraciones en la sala de servidores.
Para disminuir estos temblores cotidianos, y los posibles seísmos futuros, sobre todo en las zonas costeras de nuestro país, existen tres tipos de soluciones que se pueden utilizar de forma individual o combinadas entre sí: las suspensiones, las bancadas, y las losas flotantes.
Suspensiones
Las suspensiones están diseñadas para soportar grandes variaciones de carga nominal gracias al sistema de doble suspensión, que además evita que el conjunto entre en resonancia al tener dos sistemas en paralelo trabajando simultáneamente con dos frecuencias de resonancia distintas pero relativamente próximas. Estas suspensiones se utilizan sobre todo en centros de datos donde se sepa que van a realizarse obras cercanas, existan riesgos sísmicos, o haya equipos especialmente sensibles como las cabinas de discos.
Además, la ventaja de las suspensiones sobre los otros dos sistemas es que se pueden instalar en salas que estén ya creadas, simplemente como una mejora para el centro de datos.
Bancadas
La bancada metálica antivibraciones es un aislamiento de baja frecuencia de resonancia, con elementos contenedores y aisladores, integrados en la propia bancada. Además, tiene un importante grado de aislamiento de las vibraciones. Este tipo de suspensión es el más adecuado para casos en los que no disponemos de un espectro real de las vibraciones que se producirán en un futuro. De esta forma, el peso del sistema se reparte mejor sobre toda la bancada, permitiendo así tener algunos racks con media carga y sin afectar a la eficacia del mismo. De esta forma, se puede mantener la estabilidad del conjunto y a la vez obtener bajas frecuencias de resonancia que nos proporciona un gran rendimiento antivibratorio. También se puede llegar a aumentar la estabilidad del sistema, si sitúan los apoyos más distanciados entre sí, o si se utilizan diversos espesores de bancadas, según el tipo y número de racks. Además, los sistema de doble suspensión evitan que los conjuntos bancada-racks entren en resonancia. Estas bancadas metálicas son ideales para salas nuevas, instalando las mismas antes que los racks, los UPS o los equipos en línea.
Losas flotantes
Las losas flotantes son, como las bancadas, un sistema de aislamiento de baja frecuencia de resonancia. También cuentan con elementos contenedores y de aislamiento, integrados en la losa armada, y que además aportan un importante grado de prevención ante vibraciones y seísmos. Estas losas son una elección muy interesante, sobre todo para zonas en las que existe riesgo de terremotos, y se desconozca la intensidad de los mismos. Son sencillas de instalar, y se aconseja que se cuente con ellas desde el principio de la construcción de un nuevo centro de datos, es decir, desde el momento del diseño del edificio.