Esa parcela de la ciencia que llamamos, de modo sonoro, teoría del caos versa sobre aquellos sistemas que son muy sensibles a las variaciones en sus condiciones iniciales y de cómo esos detalles imperceptibles pueden implicar grandes diferencias en el comportamiento futuro y, aún más importante, imposibilitar su predicción.
Admitiendo todo esto y si son personas ocupadas como imagino, pueden ahorrarse la lectura del resto que como toda predicción tiene algo de presunción y algo de sandez. Es una incongruencia atrevida tratar de acertar de un balazo a un péndulo doble, pero por otra parte tenemos tiempo para ello. ¿No?
Convengamos que el efecto mariposa describe con la bella metáfora del aleteo como un microcambio puede tener consecuencias masivas e impredecibles. Pero es que estos efectos llevados al comportamiento humano en un mundo hiperconectado, se ondulan y amplifican mucho más rápidamente. Además no es descabellado pensar que la crisis del coronavirus se parezca más a un terremoto, con réplicas durante cierto tiempo impreciso. Creo, por tanto, que más que hablar de «recuperación», lo que implicaría retornar a un punto conocido, sería prudente pensar en arribar a puertos desconocidos.
Nuevos comportamientos económicos
La necesidad agudiza el ingenio y estamos viendo en unas pocas semanas cambios sorprendentes: mi madre que jamás pasó de manejar el whatsapp con dificultad organiza videoconferencias con soltura, aquel que abominaba de la compra por internet le ha cogido el punto y sienta cátedra como buen converso, el que nunca quiso utilizar plataformas de contenidos está enganchado a “Killing Eve”, asiduos de la comida a domicilio estrenan fogones diez años más tarde y amigos que pensaban que una sentadilla era usar una banqueta de bar, integran la palabra cardio en cualquier conversación que tengan oportunidad.
Son ejemplos banales que expresan cambios, tendencias. Y hay muchos más. Creo firmemente que algunos de estos comportamientos se quedarán. Adaptados, matizados posiblemente, pero muchos se solidificarán y supondrán nuevas oportunidades empresariales o la puntilla definitiva para modelos que subsisten mortecinamente desde hace años.
Y en el campo de la inversión, ¿cuáles deberíamos fomentar para mitigar el impacto y dirigir el futuro en una dirección más estable? Es difícil decirlo pero como ejemplo diría que mayores inversiones en biotecnología y atención médica telemática parecen lugares obvios para comenzar. Pero no como se han hecho hasta ahora.
La asistencia sanitaria se define mundialmente como un bien social (como ya es el caso en Europa), pero su coste está bajo escrutinio. La provisión universal sostenible solo se puede lograr a través modelos que potencien la telemedicina y el uso extensivo de la tecnología. Ya era evidente, pero ahora es incontestable.
La larga marcha
Los países que hemos aceptado cuarentenas, disponemos de Sistemas de Salud consolidados, usamos tecnologías de rastreo y otras muchas medidas y capacidades que podríamos enumerar, podemos atisbar un futuro, complejo y turbio ciertamente, pero real. Pero los países menos favorecidos y densamente poblados están poco preparados y son enormemente vulnerables. Por el momento, todos en una medida o en otra se aíslan, pero en esta trayectoria, algunos quedarán indefinidamente cercados del intercambio físico y se enfrentarán a la dolorosa elección de reabrir sus economías exponiendo a sus poblaciones o pensar como el “Espartero” que “más cornás da el hambre”.
El problema de fondo es que las cadenas de suministro y los mercados están más integrados de lo que comúnmente se aprecia y el apuntalamiento con insumos cercanos es más difícil de decir que de llevar a cabo. Es razonable anticipar que la la economía mundial se debilite en su conjunto. Al menos por un tiempo impreciso.
La caída económica en picado es tan fuerte que las cifras del PIB son lo último en lo que piensa la mayoría. Sin embargo, para los gobiernos y empresas, la espiral de deuda es un tema preocupante. Si bien la política social europea mantiene a los hogares a flote mucho mejor que el escaso bienestar de los Estados Unidos, el mercado único norteamericano es mucho más eficiente que la eurozona, donde de momento no se acepta un esquema de deuda mutualizado lo suficientemente grande.
Incluso pensar en el colapso de algunos estados no es un escenario inverosímil, por ejemplo algunos países petroleros. Muchos de estos estados han acudido en masa al FMI para acceder a su servicio de préstamos de emergencia y también han reducido sus reservas en dólares estadounidenses para reforzar su financiación y evitar la fuga de capitales. ¿China llenará ese vacío? Pudiera ser, pero tienes sus propias dificultades y de momento Beijing se ha abstenido de otorgar créditos generosos a sus habituales estados clientes. Veremos.
El regionalismo en alza
Sería tremendamente optimista predecir que las grandes potencias refuercen a las instituciones multilaterales para hacer frente mejor a crisis futuras. La reciente manipulación de la OMS por parte de China, por solo citar algún caso cercano, sugieren por el contrario que las Naciones Unidas continuarán su decadencia. El FMI ha restaurado temporalmente su relevancia, pero puede ser un canto de cisne, y el Banco Mundial es tan lento como siempre y no cuenta con recursos suficientes. Mal asunto.
El escenario más plausible parece, sin embargo, un resurgimiento de las organizaciones regionales. La UE tiene la increíble oportunidad de lograr esa unión fiscal que necesita ahora más que nunca, pero no parece nada clara su adopción. Los países asiáticos acaban de aprobar una Asociación Económica Integral Regional y los tres estados de América del Norte ya comercian más entre sí que con China o Europa. ¿La regionalización será el nuevo aspecto de la globalización? Veremos también, pero hoy por hoy, es una opción cada día más fuerte.
Fernando Díaz
Director para la Administración Pública IMC Group