Si tuviésemos que elegir un concepto empresarial que haya calado con fuerza en los últimos años, ¿por cuál nos decantaríamos? Probablemente, muchos escogeríamos este: el nuevo horizonte de las compañías pasa por su transformación digital. La explosión de noticias en torno a este tipo iniciativas ha traspasado las barreras habituales y alcanza incluso a los medios de información generalistas.
La transformación digital supone explotar al máximo las posibilidades de las TIC para cambiar los modelos de negocio en múltiples aspectos: desde la oferta de productos y servicios y su comercialización, hasta la forma en la que se gestiona el ciclo de vida de los clientes. La disponibilidad de todo tipo de tecnologías que facilitan la interacción cambia las expectativas de nuestros clientes y eleva drásticamente el listón de lo que supone un valor diferencial en la oferta. La calidad de la “experiencia del cliente”, es decir, del efecto acumulativo de todas sus interacciones con la empresa a lo largo del tiempo, es el nuevo indicador clave.
Repensando los procesos
Más allá de lo que podríamos llamar “la punta del iceberg”, los aspectos más visibles de esa transformación, el núcleo crítico de estos proyectos, está en el replanteamiento radical de los procesos de la organización.
Ya no es tanto optimizar este o aquel proceso, sino considerar, a la luz de las nuevas demandas y los objetivos globales de la compañía, hasta qué punto la estrategia global de procesos es la adecuada o no: ¿Ayudan a eliminar silos o barreras en la organización?; ¿cómo se relacionan con la experiencia del cliente?; ¿suponen, realmente, una experiencia digital personalizada para cada uno de ellos?; ¿en qué medida dependen de su contexto y localización?; ¿se pueden simplificar y depurar de tareas innecesarias o de dudoso valor?; ¿son necesarios nuevos procesos?
Evidentemente, todas las empresas operan por procesos, sean estos explícitos y medibles o no. Pero de lo anterior se deriva que la transformación digital de una compañía en la que no existe una estrategia clara y definida de gestión de y por procesos es difícilmente viable.
El desafío para las arquitecturas TIC
Curiosamente, aunque son las TIC el desencadenante principal del nuevo modelo empresarial, es en las actuales arquitecturas tecnológicas donde se encuentran buena parte de los obstáculos que frenan el movimiento hacia la empresa digital.
En muchas organizaciones las adaptaciones son complejas porque los modelos de negocio, la visión por procesos y las aplicaciones TI no están bien “conectados”. De hecho, más a menudo de lo deseable están dramáticamente “desconectadas”: ante cualquier replanteamiento estratégico es difícil saber qué procesos resultarán afectados y cómo habría que cambiarlos; y ante cualquier cambio en los procesos es difícil saber que sistemas están implicados y qué cambios requieren.
Y lo mismo ocurre en sentido inverso, desde los sistemas a las estrategias. Cuando el soporte a un proceso de negocio se encuentra embebido o “cableado” en las aplicaciones, es casi imposible para una organización determinar en qué medida dichas aplicaciones están preparadas para soportar la nueva estrategia. Y es difícil, si no imposible, adaptarlas rápidamente a las nuevas exigencias.
La arquitectura empresarial como marco metodológico
Es importante, entonces, sustentar la transformación digital no en propuestas puntuales y aisladas sino en una visión global, planificada y gobernable de los distintos elementos implicados. Por ello, un enfoque metódico como el que aporta la arquitectura empresarial cobra más importancia que nunca.
La arquitectura empresarial ofrece una imagen global de la compañía combinando las dimensiones del negocio y TIC. En la arquitectura empresarial se vinculan la estrategia y las demandas del negocio con la arquitectura de procesos, la arquitectura de soluciones y aplicaciones, la arquitectura de información y la arquitectura técnica subyacente. Su propósito último es planificar la reestructuración de las TIC para posibilitar el cambio en la organización y soportar de forma óptima la estrategia de negocio.
Solo bajo la visión de la arquitectura empresarial es posible responder razonablemente a preguntas relevantes derivadas de la transformación de los procesos: ¿Cuál es el coste de ofrecer productos o servicios innovadores?; ¿cómo puedo alcanzar el balance óptimo entre estandarización y especialización a lo largo de territorios, organizaciones y procesos?; ¿debo homogeneizar mi plataforma tecnológica?; ¿qué parte de mis TIC puede ser externalizada?
Para abordar su trabajo con garantías, el arquitecto empresarial cuenta ya con metodologías consolidadas, como TOGAF o ArchiMate, que ofrecen un conjunto potente de principios, estándares, técnicas de modelado, plantillas, etc. La cuestión es cómo llevarlas al terreno práctico; cómo facilitar su implantación.
El valor de las herramientas adecuadas
Dada la complejidad de los escenarios de negocio y tecnológico actuales, es importante gestionar todo este proceso de forma precisa, lo que significa, entre otras cosas, capturar información desde múltiples fuentes, mantenerla actualizada, facilitar su acceso a través de un entorno colaborativo y condensarla en forma de cuadros de mando y control para el análisis y la toma de decisiones. Para obtener resultados, la arquitectura empresarial requiere de herramientas que permitan manejar una imagen actualizada y fiable de la transformación digital y de su hoja de ruta, considerando los aspectos de riesgos y costes asociados
En definitiva, necesitamos instrumentos adecuados para implementar los estándares, métodos y mecanismos de gobierno necesarios para optimizar la cartera de procesos, aplicaciones y tecnologías. La transformación digital es una transformación de los procesos empresarial y de las arquitecturas TIC que los soportan y es crucial contar con las soluciones adecuadas para su gestión eficaz.
Enrique Bertrand
Director Técnico de Software AG España