Hace ya unos cuantos años que irrumpió en la portada de los medios de comunicación, principalmente en la prensa especializada de TI, y por contagio en las páginas de la prensa de negocios el tema de la “tecnología verde”, “green computing” o como se le quiera llamar.
El tema parece que ha dejado de ser noticia, al menos de primera plana, arrollado por otros temas de más rabiosa actualidad, que han copado durante este 2011 la agenda de los medios, como puede ser la “nube” , las “smart cities” y otros temas de moda.
Sin embargo, y más allá del componente estacional que pueda tener el asunto, el uso sostenible de las TI es un tema de largo recorrido. Y lo es porque es un vector fundamental de ahorro de costes para las empresas. En un momento en el que la gestión empresarial debe hilar muy fino para lograr pequeños avances en eficiencia y ahorros de costes, la factura energética es un buen filón donde poder recortar gastos, si se logra hacer un uso eficiente de dicha energía.
No dudo de la sinceridad de las empresas cuando incorporan a sus programas de responsabilidad social la preocupación del medio ambiente. En absoluto. Creo que hay una voluntad sincera de aportar cada uno su grano de arena para intentar paliar la degradación acelerada del planeta. Pero no es menos cierto que cada empresa tiene una cuenta de resultados y muchas de sus iniciativas están determinadas por ese dificil equilibrio entre ingresos y gastos. Si conseguimos incorporar el respeto al medio ambiente en esa cuenta de resultados, no haremos sino que todas las fuerzas “remen en la misma dirección. Y una forma de hacerlo es siendo más eficientes en el uso de la energía.
Sociedades hiperconectadas que necesitan alimentarse
Se ha empezado a hablar de la “Sociedad Hiperconectada” como la mejor definición de nuestra sociedad actual, que no es sino una versión ampliada de esa Sociedad de la Información de la que también se habla desde hace ya unos cuantos años. En la base de esa sociedad hiperconectada e hiperinformada nos encontramos con cantidades inabarcables de datos que viajan a través de redes por todo el planeta.
Pero, ¿qué soporta todo este entramado? Todo ello está soportado por enormes servidores cuya capacidad de proceso y almacenamiento debe crecer en teoría al mismo ritmo exponencial que lo hace la información. Además, mover las cosas de un sitio a otro requiere energía y lo mismo ocurre con la información, por muy etérea que ésta parezca. Movilizar cada megabyte de información, obtener mayor velocidad y capacidad de transmisión de los aparatos de telecomunicaciones (desde un switch a un teléfono móvil), solo se logra –dejando aparte el avance tecnológico, que lo hay- a base de aplicar más energía.
Por tanto, nuestra sociedad hiperconectada tiene unos costes ocultos, genera unas externalidades negativas, que dicen los economistas, que hasta el momento los diferentes agentes económicos no están asumiendo claramente. Otras actividades, que la sociedad ya ha asumido como contaminantes – véase el uso del automóvil- ya están gravadas por ello. Pero a día de hoy, en nuestra factura de ADSL no figura ningún concepto destinado a compensar el coste energético que produce nuestro apetito desaforado de ancho de banda. Como usuarios, esperamos que sea el operador de telecomunicaciones el que gestione eficientemente el uso de la energía.
La economía en ayuda de la ecología
Economía y ecología no son tan ajenas la una a la otra como pudiera parecer. Lo cierto es que son hermanas, en muchas ocasiones mal avenidas, pero que están condenadas a entenderse. No en vano ambas palabras están formadas a partir de una palabra griega que significa “casa” (οίκος). Ambas ciencias tienen un objetivo cercano, la una gestionarla eficientemente, la otra cuidarla y hacerla duradera.
Como mencionábamos antes, una forma de que ambas remen en la misma dirección es incluyendo la ecología en las cuentas de resultados de las empresas. Un buen ejemplo de ello lo recogía recientemente Enrique Dans en su blog, haciendo referencia al nuevo CPD que HP ha abierto en Wynyard, al noreste de Inglaterra. Se trata de un Centro de 33.500 metros cuadrados que utiliza un innovador sistema de refrigeración. Unos colectores recogen el viento, bastante frío en esa región del planeta y lo introducen en el centro, mediante un sistema de filtros. Si el viento es demasiado frío, el aire caliente de salida se reintroduce en el circuito para lograr una temperatura estable de unos 24º. El resultado: unos ahorros en costes de refrigeración estimados en tres millones de euros.
Dans sugiere que se debería privilegiar la instalación de data centers en zonas frías y con bajos niveles de oscilación térmica a lo largo del año, ir a favor de la naturaleza y aprovecharse de ello, en lugar de utilizar refrigeración artificial, muy costosa, tanto como que iguala los propios costes de alimentación de los servidores.
Este no es más que un ejemplo de cómo se puede ahorrar energía, y su traducción en un ahorro de costes, favoreciendo simultáneamente el medio ambiente. Otros expertos apoyarán situar los data centres en el centro de gravedad de sus clientes, a fin de minimizar la energía necesaria para mantener las comunicaciones, refrigerando las máquinas, como en el caso anterior, aprovechando las condiciones de la región correspondiente, sea luz solar (energía fotovoltaica), viento (energía eólica), etc. Todas las empresas pueden aplicar este concepto económico/ecológico a su gestión diaria, y mejorar el uso de sus TI para que “remen a favor” del medio ambiente, al tiempo que aporten una partida positiva en su cuenta de resultados
Antonio Casamayor, director general de estrategia Delaware
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