Como particulares, ¿somos conscientes de lo que compartimos en la red? ¿Estamos seguros de que nuestros datos no van a acabar en manos de cualquiera?
Según las estimaciones, Google procesa 25 petabytes de datos al día, o lo que es lo mismo, un millón de gigabytes. Facebook comparte más de 10 millones de fotografías, mientras que se sube a Youtube una hora de vídeo cada segundo. Por eso, dar respuesta a la pregunta “cuántos datos se mueven en Internet” es prácticamente imposible.
En otro artículo ya mencionamos la precepción de IBM a cerca de los datos que se generan a diario en la red – unos 2,5 quintillones de bytes al día – pero seguimos asumiendo esto como simple dato, no como lo que realmente representa. Cada byte que subimos a Internet es, por decirlo de alguna manera, un trozo de nosotros mismos. Es un pedacito de nuestra vida laboral, pública o privada que contiene información y puede que no nos encontremos cómodos compartiendo esta información con cualquiera. Entonces, ¿por qué lo hacemos?
Simplemente nos estamos acostumbrando a rellenar formularios en los que tenemos que poner nuestro nombre, apellidos, domicilio, teléfono e incluso hasta el número de nuestra tarjeta de crédito, para comprar algo por Internet. Obviamente para que nos lo envíen a casa tenemos que poner una dirección y un nombre, un teléfono de contacto por si hay algún inconveniente con el envío, el número de nuestra tarjeta de crédito para pagarlo, la fecha de caducidad y hasta el número de seguridad, porque no tienen una plataforma segura de pago pero queremos ese objeto que estamos comprando por encima de todo. Sin embargo, ahora solo nos queda rezar para que detrás de esa empresa no se esconda un hacker dispuesto a gastarse hasta el último céntimo de nuestro sueldo. Aceptamos políticas de privacidad sin leer siquiera lo que pone en ellas, simplemente clicamos en la opción “estoy de acuerdo” y luego nos asombramos de que han donado nuestros datos a otra empresa que nos bombardea con e-mails. Compartimos nuestros periodos vacacionales por redes sociales para poner en bandeja a esos señores cacos la oportunidad de entrar en nuestra casa y arrasar con lo que pillen. ¿Pondrías un cartel en la terraza anunciando que la casa está vacía? Entonces, ¿por qué lo hacemos por Internet?
La respuesta es sencilla: somos animales de costumbres y ahora nos toca acostumbrarnos a asegurar nuestros datos.