La inteligencia artificial está remodelando el panorama laboral con una velocidad sin precedentes, perfilándose como un motor de transformación que impulsa nuevas oportunidades profesionales, optimiza procesos y redefine las habilidades esenciales. Así según el Foro Económico Mundial (World Economic Forum, WEF), la IA podría generar hasta 170 millones de nuevos empleos para 2030, sugiriendo que estamos ante una reinvención profunda del mercado laboral.
El WEF estima que, para 2030 más del 20 % de los trabajos actuales se transformarán como resultado directo de la automatización. Una transformación que exigirá a trabajadores y empresas una adaptación constante, basada en la formación técnica, la alfabetización digital y la capacidad para desenvolverse en entornos interconectados y automatizados. Dominar estas nuevas competencias facilitará el acceso al empleo y abrirá la puerta a mejores condiciones laborales, mayor proyección profesional y salarios más competitivos.
Esta visión también se refleja en la percepción de los empleados. Un estudio reciente de Protime, empresa especializada en digitalización y gestión del tiempo, revela que el 86,6 % de los trabajadores cree que la IA, la automatización y la digitalización tendrán un impacto positivo o muy positivo en sus puestos de trabajo. El entusiasmo es especialmente alto entre profesionales con formación universitaria, quienes ven en estas herramientas una forma de optimizar sus tareas y centrarse en funciones de mayor valor añadido.
Desafíos urgentes
Sin embargo, el camino hacia un mercado laboral impulsado por la IA tiene que sortear varios obstáculos. La brecha de habilidades es uno de ellos. El desajuste entre las competencias y las demandas del mercado puede ralentizar el crecimiento económico y profundizar desigualdades. Frente a este reto expertos coinciden en la necesidad de impulsar programas de reskilling y upskilling desde el ámbito público, privado y educativo, promoviendo una cultura de aprendizaje continuo que permita a los profesionales adaptarse al cambio con agilidad.
Asimismo, la dimensión ética de la IA debe ocupar un lugar central en la agenda empresarial y legislativa. Transparencia algorítmica, protección de datos personales y supervisión humana de las decisiones automatizadas son principios clave para garantizar un uso justo, inclusivo y responsable de estas tecnologías.