La seguridad de la información ha evolucionado drásticamente en los últimos años. El rol del CISO ya no es solo técnico; hoy en día, es un cargo estratégico que influye en las decisiones de negocio, el cumplimiento normativo y la relación con clientes y partners. En un entorno regulatorio cada vez más exigente y con amenazas en constante evolución, los CISO se enfrentan una presión sin precedentes. Sin embargo, su papel nunca ha sido tan crucial como ahora.
De la seguridad al negocio: un rol en evolución
La mayor concienciación en ciberseguridad, impulsada por ataques cada vez más mediáticos y pérdidas millonarias, ha elevado la relevancia del CISO dentro de la organización. Las juntas directivas de las organizaciones y los CEO ahora comprenden mejor los riesgos de no invertir en seguridad y, como resultado, el CISO ha ganado acceso a los niveles más altos de decisión, pero también ha asumido mayores responsabilidades.
El marco normativo es cada vez más estricto, con regulaciones como GDPR, CCPA, PCI, HIPAA y, más recientemente, NIS2 o DORA en la Unión Europea. Estas leyes no solo afectan a sectores específicos, sino que influyen en cualquier empresa global que opere en mercados regulados. Además, la presión de clientes y partners por mayores garantías de seguridad ha convertido certificaciones como ISO 27001 o SOC 2 en requisitos casi imprescindibles. Esta mayor transparencia es positiva, pero también supone una carga adicional para la oficina del CISO.
Todo esto ocurre en un contexto donde la escasez de talento en ciberseguridad sigue siendo un problema. La competencia por profesionales cualificados ha encarecido la contratación y, aunque la ola de ataques de ransomware impulsó un aumento de los presupuestos en los últimos años, la incertidumbre económica ha moderado esa tendencia.

Más responsabilidad, menos recursos
El CISO se ha convertido en un asesor y facilitador más que en un ejecutor directo de medidas de seguridad. Su labor principal es influir en la organización para que adopte buenas prácticas, asegurándose de que la seguridad no sea percibida como una barrera, sino como un habilitador del negocio.
Sin embargo, la rendición de cuentas sigue recayendo sobre sus hombros. En muchos casos, si ocurre una brecha de seguridad, la responsabilidad final es del CISO, incluso cuando los fallos provienen de otros departamentos. Este nivel de exposición exige que los CISO documenten cada intento de mejora rechazado por la organización, garantizando que la alta dirección asuma las consecuencias de sus propias decisiones. Sin embargo, casos como la condena del CISO de Uber han generado inquietud en la profesión, ya que, aunque algunos CISO sean excelentes en su trabajo, el entorno les exige demostrarlo constantemente.
Equilibrio entre técnica y estrategia
El CISO moderno debe encontrar el equilibrio entre la profundidad técnica y la visión estratégica. Ya no pasa el día ejecutando comandos o configurando firewalls; su labor está en la comunicación y la toma de decisiones informadas. Sin embargo, para evaluar riesgos y definir controles eficaces, sigue necesitando una base técnica sólida.
Su función es la de un traductor entre los equipos técnicos y la dirección, explicando los riesgos en términos de negocio y garantizando que la seguridad se integre en la estrategia corporativa. Sin este puente, la ciberseguridad seguirá siendo vista como un problema exclusivo del departamento de TI en lugar de un pilar fundamental del negocio.
Principales desafíos internos y externos
Internamente, el CISO se enfrenta a la resistencia de otros departamentos. Equipos sobrecargados pueden ver la seguridad como una carga adicional en lugar de un beneficio. Por ejemplo, pedir a ingeniería que documente cambios para evaluar su impacto en ciberseguridad puede generar fricción, aunque sea clave para el cumplimiento normativo.
Externamente, los clientes y partners exigen cada vez más transparencia y auditorías de seguridad más rigurosas. La desconfianza tras ataques como el de SolarWinds ha llevado a un mayor escrutinio de proveedores. Sin herramientas adecuadas para gestionar estos procesos de forma eficiente, la carga de trabajo puede ser abrumadora.
Consejos para los CISO del futuro
Ante este panorama, los CISO deben enfocarse en dos áreas clave: automatización y habilidades interpersonales.
- Automatización: la carga operativa es demasiado alta para manejarla manualmente. Contar con herramientas basadas en machine learning y plataformas de seguridad en la nube pueden optimizar procesos como la detección de amenazas, el cumplimiento normativo y la gestión de accesos.
- Habilidades interpersonales: negociación, persuasión y liderazgo son cada vez más esenciales. Un CISO eficaz debe ser capaz de convencer a otros líderes de que la ciberseguridad es una prioridad sin convertirse en un obstáculo para el negocio.
El futuro del CISO: más regulación y más externalización
En los próximos años las regulaciones seguirán endureciéndose. Aunque necesarias para frenar la negligencia en ciberseguridad, un exceso de normativas podría convertirse en una barrera para muchas empresas, especialmente pymes con menos recursos para cumplirlas.
Por otro lado, la escasez de talento en ciberseguridad seguirá siendo un problema. Muchas organizaciones, incapaces de encontrar y retener expertos a precios competitivos, optarán por externalizar la seguridad a proveedores de servicios gestionados (MSSP). Para los CISO esto significará gestionar relaciones con terceros en lugar de liderar equipos internos.
Con este panorama, el CISO ha dejado de ser un experto técnico aislado en su departamento para convertirse en un líder estratégico con impacto en toda la organización. Su éxito ya no depende solo de su conocimiento en ciberseguridad, sino de su capacidad para comunicar riesgos, influir en la toma de decisiones y garantizar que la seguridad se integre en la estrategia de negocio.
El desafío es claro: hacer más con menos, equilibrar técnica y estrategia y, sobre todo, demostrar constantemente su valor en un mundo donde la ciberseguridad ya no es opcional, sino una necesidad fundamental para la supervivencia del negocio.
Álvaro García
Country manager de WatchGuard Iberia