Hace casi un mes, la Unión Europea y Estados Unidos alcanzaron un acuerdo para establecer un marco común en el comercio e inversión transatlánticos. Aunque las conclusiones oficiales se publicaron la semana pasada, este pacto supone un punto de inflexión para sectores estratégicos como el de los semiconductores, que ahora cuentan con un techo arancelario máximo del 15 % para la mayoría de las exportaciones europeas hacia EE.UU.
Este acuerdo llega en un momento clave, en el que Estados Unidos se ha endurecido en sus políticas para proteger su producción nacional de semiconductores. Donald Trump anunció aranceles específicos para impulsar la fabricación local y reducir la dependencia de proveedores extranjeros, con especial foco en las tensiones comerciales con China, uno de los actores más relevantes en esta cadena global.
Por su parte, Europa no se queda atrás. Desde 2023, la Unión Europea trabaja para reforzar su industria de semiconductores a través de la Ley Europea de Semiconductores, un ambicioso plan con una inversión prevista de más de 43.000 millones de euros hasta 2030. El objetivo es claro: duplicar la producción europea y alcanzar un 20 % del mercado global, reduciendo la dependencia de Asia y fortaleciendo la autonomía tecnológica del continente.
Los datos del mercado de IDC muestran que esta apuesta llega en un momento de crecimiento. Se espera que el segmento de fundiciones, ensamblaje y pruebas (conocido como Foundry 2.0) crezca un 11 % en 2025, impulsado principalmente por la demanda de chips para inteligencia artificial y otros dispositivos electrónicos. Sin embargo, otros sectores, como los fabricantes de semiconductores para automoción e industria, se enfrentan a incertidumbres, con una recuperación más lenta prevista para la segunda mitad del año.
A priori, el acuerdo comercial entre Europa y EE.UU. ofrece mayor estabilidad y previsibilidad, lo que resulta especialmente positivo para las empresas europeas que exportan semiconductores al mercado estadounidense. Al limitar los aranceles a un máximo del 15 %, el pacto busca evitar nuevas tensiones que podrían encarecer la producción y dificultar la competencia frente a actores globales como China.
Habrá que esperar para ver cómo se desarrolla este acuerdo en la práctica y de qué manera impacta en la dinámica del mercado global de semiconductores. La colaboración transatlántica podría suponer un cambio importante en la estrategia industrial de ambas regiones, aunque su éxito dependerá también de factores externos como la evolución de las tensiones geopolíticas y la capacidad de Europa para cumplir con sus ambiciosos objetivos de producción.











