El debate sobre la necesidad de abordar la transformación digital ha trascendido desde hace tiempo el ámbito empresarial y ha entrado de lleno en la sociedad. La digitalización ha desbordado el marco de los foros tecnológicos o empresariales y es hoy día un concepto de dominio público. En paralelo, las empresas y administraciones públicas, conscientes de esta necesidad de transformación – no solo por razones de eficiencia, sino también por demanda – han llevado a cabo fuertes inversiones, primero en infraestructura tecnológica y después en aplicaciones y servicios basados en nuevas tecnologías, (aunque, ciertamente, no siempre ha sido siguiendo este orden lógico).
Quizá sea ya el momento de empezar a valorar el impacto y el retorno que estas inversiones están teniendo en las organizaciones. Hasta ahora los principales elementos impulsores de esta transformación digital han sido la búsqueda de eficiencia y productividad por un lado, y las demandas del consumidor por otro. Los servicios de banca electrónica y multicanal son un buen ejemplo.
Pero es cierto también que nos encontramos con múltiples iniciativas de digitalización, incluso dentro de una misma organización, que se han planteado de forma aislada, sin un hilo conductor que las alinee con la estrategia general de la empresa. Así no es fácil conseguir que toda esa inversión se refleje claramente en la cuenta de resultados. Se han implementado aplicaciones, sistemas y dispositivos, pero falta que todo ello se integre con una visión global de empresa.
Hacia la organización autónoma
Un concepto interesante que ha surgido recientemente relacionado con esta necesidad de integración ha sido el de “empresa u organización autónoma”. Este concepto se basa en la idea de utilizar las nuevas tecnologías de automatización, inteligencia artificial y aprendizaje automático para hacer que todas las iniciativas de digitalización se integren de forma coherente, con el fin último de hacer llegar esos beneficios al usuario final y que ello se refleje en la cuenta de resultados. Vamos a profundizar un poco más en este concepto a partir de tres ideas básicas:
- La empresa autónoma es una estrategia de negocio, no una tecnología: Si bien el software, la infraestructura de red y otras tecnologías son fundamentales para automatizar los procesos y flujos de trabajo, la tecnología “per se” no convierte a una empresa en “organización autónoma”. Esto se entiende mejor con un ejemplo: hoy día hay vehículos que incorporan diferentes tecnologías de automatización y sistemas automáticos, pero esto no los convierte en “vehículos autónomos”. Cada uno de estos sistemas realiza una función básica de forma automatizada, pero para que un vehículo sea realmente autónomo se necesita añadir inteligencia, capaz de integrar todas estas funciones, aprender y conocer el entorno que le rodea. Así ocurre con muchas empresas en la actualidad: disponen de tecnologías muy sofisticadas, pero no han aplicado inteligencia. Deben integrar todo esto utilizando automatización, inteligencia artificial y aprendizaje automático, ya que la empresa autónoma del futuro depende de la unión de la inteligencia artificial y lo que las personas demandan de la tecnología.
- Es responsabilidad del máximo nivel ejecutivo. A menudo las iniciativas de transformación digital no han contado con suficiente liderazgo por parte de la dirección general, delegando en el departamento de tecnología todo el proyecto. Sin embargo, el CIO no puede ser el único impulsor de esta iniciativa, porque construir la empresa autónoma es algo más que migrar el CRM a la nube. Es decir, el objetivo final no es hacer que la TICs funcionen de manera más eficiente, sino que toda la organización trabaje de manera diferente y en una misma dirección. Y esto debe liderarlo el CEO, ya que se trata sobre todo de definir los objetivos y la identidad de la organización empresa, y el valor diferencial que pretende ofrecer. Una vez que se establece esa visión y se articula la estrategia, el éxito de la iniciativa requiere la participación de toda la organización, de arriba abajo y viceversa.
- Un proceso, no un punto de llegada. Una de las mayores dificultades a las que se enfrentan las empresas es saber dónde comenzar y definir el alcance del primer proyecto. La clave es identificar un proyecto que no sea demasiado ambicioso, que lo haga imposible de alcanzar, pero tampoco puede ser demasiado modesto, de modo que no consiga producir un impacto medible. Las empresas con visión de futuro reconocen que la transformación digital no es un punto de llegada, sino un proceso de mejora continua, mediante el cual se consigue integrar de forma progresiva la inteligencia humana, la tecnología y los procesos de negocio.
La red, aliado en el camino hacia la “organización autónoma”
Y en medio de todo esto está la red corporativa, que es la herramienta que permite integrar todos los sistemas de la organización para que no funcionen como nichos aislados. Además es un gran aliado a la hora de poner en marcha una estrategia de “empresa autónoma”, porque las nuevas tecnologías de red proporcionan la inteligencia artificial, la automatización y el conocimiento del entorno necesarios para avanzar con paso firme y coherente hacia la verdadera transformación digital.
Javier Jiménez
Director general de Extreme Networks